Gaspar Ruiz-Canela Bangkok, 22 feb (EFE).- Cientos de prostitutas en los llamados "barrios rojos" de Tailandia aprenden idiomas, informática y hasta baile flamenco con ayuda de activistas que reivindican la "dignidad" de esta profesión, catalogada como la más antigua del mundo.
"Tenemos centros educativos en once provincias, donde las trabajadoras sexuales aprenden idiomas, cocina o canto, así como los derechos que tienen como personas", explica a Efe Chantawipa Apisuk, fundadora de la organización no gubernamental Empower, comprometida con la asistencia a este colectivo.
En la sede de esta organización situada en Patpong, la zona de burdeles más conocida de Bangkok, Apisuk o "Noi", como le conocen sus alumnas, da a medio centenar de prostitutas una charla sobre los orígenes del Día Internacional de la Mujer, que se celebrará el próximo 8 de marzo.
La "Universidad de Empower"
La "Universidad de Empower" se encuentra justo encima del bar "Super Pussy", uno de los más antiguos de la calle en la que cada noche cientos de puestos venden artículos copiados de prestigiosas marcas a una legión de turistas.
Las chicas sentadas tras pupitres toman anotan en sus cuadernos y preguntan una vez tras otra "con más interés que la mayoría de los universitarios en este país", apunta Noi.
"Las buenas chinas van al cielo, las malas van donde quieren" es el eslogan que exhibe en su camiseta una exuberante tailandesa que en la entrada ofrece un vaso de agua y varios condones de regalo a las personas que visitan el centro.
A diferencia de otras organizaciones que pretenden apartar a las mujeres de la prostitución, Empower persigue que ellas ejerzan el oficio en "condiciones laborales e higiénicas adecuadas".
La prostitución es ilegal en Tailandia, aunque según estimaciones no oficiales, en el país la ejercen unas 200.000 mujeres como medio para ayudar a sus familias, en un sinfín de locales con variopintas etiquetas que atraen la clientela extranjera y local "Fundé la organización en 1984, cuando el sida causaba estragos entre las prostitutas y en la sociedad tailandesa en general, una gran campaña para fomentar el uso del condón ayudó a reducir esta enfermedad", relata Noi, una mujer madura y con una energía desbordante.
Desde entonces, Empower ha extendido sus enseñanzas y mensajes por casi toda Tailandia y se convertido en una de las organizaciones más activas en la lucha contra la propagación del sida y el tráfico de mujeres destinadas a surtir a los burdeles.
"Al principio, muchos se escandalizaban porque pensaban que la industria del sexo supone un problema moral, pero a nosotras sólo nos importa la discriminación social", indica la fundadora de la organización, educada en Tailandia y Estados Unidos.
Con el tiempo, sus argumentos ganaron peso y ahora colabora con instituciones como el Programa de Derechos Humanos de la Universidad de Harvard y organizaciones no gubernamentales de México, Perú, Bolivia o Europa que persiguen objetivos similares.
La meta de Empower es conseguir que la prostitución, que en Tailandia mueve muchos miles de millones de dólares cada año, sea regulada de la misma forma que otros trabajos.
"Aunque en Tailandia es diferente, sólo el diez por ciento de la población disfruta de la seguridad social, mientras que el resto de la población vive sin ninguna cobertura. Imagina lo lejos que quedan estos derechos para las trabajadoras sexuales", explica.
Un bar en la ciudad de Chiang Mai que es gestionado por las mismas prostitutas
Hace cinco años, Empower abrió un bar en la ciudad de Chiang Mai que es gestionado por las mismas prostitutas y que cuentan además con cobertura médica, un caso único en Tailandia.
La industria del sexo en Tailandia existe desde hace muchos siglos, aunque se hizo más patente durante la Guerra de Vietnam, cuando los soldados estadounidenses utilizaron el país para descansar.
"Trabajo acompañando a los clientes, no es mi oficio favorito, lo hago por dinero, algunos son buenos y otros malos", dice a Efe Yung, de 23 años.
"Aprendí inglés sola, vengo al centro para aprender otras cosas y para charlar con mis amigas", agrega la joven, quien asegura que cada semana envía dinero para ayudar a su familia. EFE grc/csm/mfr/sc
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