Los primeros recuerdos reales de mi niñez, sin tener en cuenta los recuerdos inducidos por las fotografías que vemos de cuando somos pequeños, son de un piso en el que habitábamos varios niños de cortas edades, no puedo precisar mi edad, pero andaba e iba a la guardería.
Me acuerdo perfectamente que mis padres no vivían en ese piso, como tampoco vivía ninguno de los padres de los otros niños. Tampoco sé cuántos niños convivíamos con una mujer dulce que nos cuidaba. Me acuerdo de su nombre Tere, y como cantaba “mi jaca galopa y corta el viento cuando pasa por el puerto, caminiiiiiiiiiiiiito de Jereeeeeeezzzzzzzzzz”, mientras nos cortaba amorosamente, con unas tijeras, los filetes de carne de caballo que nos daba, de vez en cuando, para comer.
Nuestros padres nos visitaban de tanto en tanto. A unos más veces que a otros. Solo recuerdo de un niño que nunca recibía las visitas de sus padres—pobre pensaba yo--. Recuerdo muy bien la madre de una niña, una rubia súper guapa y súper elegante, de las que ahora llamaríamos TOPMODEL.
Recuerdo mis primeras llegadas de los reyes magos, ese día nos ponían a dormir temprano.
-- Si no os dormís en seguida, los Reyes Magos os pueden ver y pasaran de largo.—Nos decía muy seria la señora Tere--.
Ninguno de nosotros podía dormir, la excitación era muy grande. Estábamos atentos a cualquier ruido fuera de nuestra habitación. ¿Qué nos traerían los Reyes? ¿Nos traerían todo lo que habíamos pedidos en nuestras cartas?, cartas que había escrito, a nuestro dictado, la dulce Tere. Con el paso de los años, supe apreciar a la señora Tere y se lo agradezco en nombre de todos los niños, a los que alguna vez no pudieron cuidar sus padres.
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