lunes, 28 de septiembre de 2009

El té de limón


No me podía dormir, estaba en una cama extraña donde casi todos los muelles del colchón estaban rotos y sobresalían peligrosamente. Había una bombilla encendida en la habitación, no sabía cómo se podía desconectar, todo el mundo se había ido a descansar y no quería molestar a nadie, intenté dormir toda la noche con la luz encendida.

Pero realmente lo que no me dejaba dormir era la idea de que mañana no teníamos nada para desayunar y tampoco para comer. Mis tarjetas de crédito estaban bloqueadas y no podía obtener dinero del banco, no podía ayudar a la familia que tan amablemente me había acogido en su casa.

Una madre soltera con sus 3 hijos de 10, 6 y 2 años, me habían dado cobijo en su humilde hogar en estos días tan comprometidos para mí.

Llegué después del mediodía, hablé con Zinnia y le pedí si me podía albergar en su casa por espacio de 3 días.

-- Siempre me has ayudado, eres una buena persona, puedes quedarte en mi casa todo el tiempo que necesites. Solo tengo una cama en el paso al piso de arriba, si te parece bien puedes dormir en ella.

-- Estupendo, aunque realmente con quien me gustaría dormir es contigo—dije soltando una carcajada--.

-- Lo siento Carlos yo en mi casa no me acuesto con nadie por respeto a mis hijos.

-- Era una broma, ya soy tu amigo y no puedo tratarte como un cliente cualquiera, tengo el máximo de respeto por ti. ¿Hay algún cajero automático en el pueblo?, no llevo dinero, deberíamos sacar para poder hacer un súper.

-- En el centro donde el Banco Nacional. Espera que me arregle un poco y te acompaño.

Yo no tuve que dejar nada en la habitación, no tenia equipaje, había salido muy apresurado y no pude coger nada, solo llevaba mi celular y mi cartera, sin dinero y con dos tarjetas de crédito.

Salí fuera de la casa, al jardín y vi como se acercaban 3 niños, los dos mayores varones y negros como su madre y la pequeña—que era una preciosidad—mulata<>.

-- Quien eres tú-- me preguntó el mayor--.

-- Soy Carlos un amigo de Zinnia.

-- Hola, nosotros somos sus hijos.

-- ¿Como os llamáis?

-- Yo Jeyson, mi hermano Tony y mi hermana Ana. ¿Te vas a quedar en casa?

-- Sí, me quedaré 2 o 3 días, ¿qué os parece?

-- Estupendo podremos jugar contigo. Carlos, ¿tú eres gringo?

--No, soy español, ya sé que vosotros llamáis gringos a todos los extranjeros blancos, pero eso no es correcto. Los gringos son los de estados unidos, los del norte que llamáis vosotros.

Los 3 niños me miraban atentos pero desconcertados, no entendían nada de lo que decía el gringo.

-- Hola mamá – dijeron al unísono los tres, al ver salir a Zinnia de la casa-- ¿hoy te vas a trabajar? — dijeron con cierto desaliento al verla arreglada para salir--.

-- No hoy no saldré, voy a acompañar a Carlos a un mandado, volvemos enseguida.

-- ¿Os podemos acompañar?

-- ¡No! quedaros en casa, volvemos enseguida.

-- Chooooo, Ma.

La madre les soltó una parrafada en guari-guari [1]y los niños entraron en la casa. Nosotros partimos para el centro en busca del cajero.

-- Como nos miran tus vecinas, ¿qué les pasa?

-- Deben pensar — ¿Dónde se habrá levantado Zinnia a ese gringo? --

Después de un pequeño paseo por el gueto llegamos al Banco Nacional situado en el centro de la población.

Me quería morir cuando comprobé que ninguna tarjeta de crédito me daba dinero, hacía varios días que me estaban dando problemas. Solo me quedaban 50 centavos de dólar en el bolsillo, lo justo para poder acceder a Internet si necesitaba consultar mi correo. Tampoco podía recargar la tarjeta prepago del celular y además por lo que observe en la cocina de la casa prácticamente no había nada.

--Lo siento Zinnia, no he conseguido sacar dinero con ninguna tarjeta, no tengo nada para darte ni para comprar.

-- No te preocupes, ya veré lo que hago para cenar. Yo tampoco tengo dinero hace 3 o 4 días que no he ido a la isla a trabajar, por cierto hacía mucho tiempo que no te veía ¿dónde estabas?

-- Estuve fuera.

Partimos hacia la casa donde nos esperaban los niños jugando con algunos amiguitos. También, debajo de un palo (árbol), sentados en la hamaca -- que colgaba entre el palo y la verja-- estaban, dos adolescentes amigos de Zinnia, fumándose un puro de mariguana.

Estaba anocheciendo, Zinnia entró en la casa, yo me quedé conversando con los adolescentes en el jardín. No me invitaron a fumar.

Después de un buen rato Zinnia nos llamó para cenar. Comimos plátano frito con un huevo frito para cada uno. Realmente no sé de donde salió la comida yo habría jurado que en la casa no había nada para comer.

Cenamos, cada uno sentado en donde pudo, no tenían costumbre de sentarse a la mesa todos juntos, quizás el juego de comedor se había incorporado a la casa recientemente, todavía no habían comprobado la mayor comodidad de la mesa, frente a otras posibilidades

Los niños no utilizaban ningún tipo de cubierto para comer. La madre sí, solo el tenedor, a mí sí me había acomodado en la mesa y me había sacado un tenedor y un cuchillo de guisar, Zinnia sabía que los gringos teníamos otras costumbres, ella había ido innumerables veces a cenar en distintos restaurantes de la isla, invitada por algunos de sus clientes.

Zinnia era una mujer guapa pero estaba demasiado gordita. Pasar una noche con ella se hacía una experiencia inolvidable, te trataba como si fuera tu novia de toda la vida, con mucho cariño y dulzura, ella se entregaba en el amor aunque fuera pagado. Intentaba disfrutar y se corría, eso para un europeo acostumbrado a estar con prostitutas que parecen que están esperando el autobús era realmente sorprendente. Me hizo mucha gracia la primera vez que la oí decir que “le había sacado la leche”. Después de algunas noches juntos, me dijo: siempre me sacas la leche; eso me gustó. Yo siempre que hacía el amor, aunque fuera pagado, intentaba tratar a las mujeres que estaban conmigo como si nos conociéramos de toda la vida, me daba cien por cien, sin concesiones ni reparos.

Nunca comprendí porque las madres no enseñaban a sus hijos, a amar a las mujeres. Mi madre siempre me había dicho que no me fiara de las mujeres, que todas eran muy malas. Desde que era joven me había dado cuenta que la mayoría de mis amigos no entendían nada sobre el sexo femenino. Lo que sí que había comprobado es que los que conectábamos bien con las mujeres, éramos los que más las amábamos, en el sentido más amplio, podíamos ser sus amigos, sus amantes y sus compañeros. Por el contrario siempre había observado que la mayoría de mujeres no quería acostarse con sus amigos, les daba miedo perder una amistad por el sexo. ¿Estarían condenadas en la mayoría de los casos a estar en la cama con sus enemigos?

Después de cenar los niños se fueron a dormir. Zinnia y yo nos quedamos a conversar un rato.

-- ¿Como fue que tuviste a la niña?

-- Es una historia muy larga, si quieres te cuento un resumen.

-- Si te parece cuéntamela.

-- Bueno, estuve un par de años viviendo con una lesbiana. Me sedujo, yo no había estado con ninguna mujer, pero con ella me sentía bien, en la cama también. Quizás estaba un poco manipulada, pues en vida real a mí me gustaban los hombres. Realmente llegó un momento que mi cuerpo me pedía un pipí[2]. Decidí dejarla y al día siguiente conocí a un gringo y me quede embarazada.

-- Vaya eres un baúl de sorpresas. Estoy cansado ¿vamos a dormir?

-- Sí. Vamos mañana será otro día, que descanses.

Ella se fue para el piso de arriba y yo me quedé en la cama en el piso de abajo, al ver en qué estado estaba la cama, pensé que seguramente no pegaría ojo en toda la noche y por si fuera poco mañana no teníamos nada para desayunar.

Efectivamente era imposible dormir, la luz encendida, un calor del demonio y todos los muelles se me clavaban en mi cuerpo. Al final me dormí, me levanté temprano y muy cansado. No podía ducharme como estaba acostumbrado, no había agua corriente, solo un poco de agua para lavarme la cara, tampoco tenía ropa limpia para cambiarme, el paraíso era más austero de lo que me había imaginado. Tuve que hacer mis necesidades en un inodoro repleto de defecaciones, por no tener agua para poder limpiarlo.

Al salir de la casa vi que los niños ya estaban despiertos.

-- ¡Carlos! Buenos días-- me soltó Jeyson--, ¿quieres desayunar? hemos preparado té de limón y un poco de coco.

Mi sorpresa fue mayúscula, ya que daba por sentado que no podríamos desayunar.

-- ¿De dónde habéis sacado el desayuno?

-- Del campo, como siempre que no tenemos nada para desayunar, he cogido unas hojas de limón y hemos cosechado unos cocos.


[1] Lengua que se habla en el archipiélago de Bocas del Toro(Panamá)

[2] Pipí=Polla

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