jueves, 6 de septiembre de 2012

Nosotras somos putas, y vosotras ¿qué sois? | El estante de la Citi




 por Morgane Merteuil[1] – Domingo 26 de agosto de 2012 
Los “debates” sobre el trabajo sexual son a menudo pretextos para un desencadenamiento de violencia por parte de aquellas y aquellos que han comprendido que para hacer desaparecer a una categoría de población hay que comenzar por hallar los medios de hacerla callar, de desacreditar su palabra. En efecto, desde que nosotras, putas, reivindicamos el derecho de serlo, el derecho a ejercer nuestra profesión con toda legalidad, con toda seguridad, nos vemos tachadas de “minoría”, como si sólo por serlo debieran desacreditarse nuestras reivindicaciones. 
Sí, las personas que luchan por sus derechos han sido siempre grupos minoritarios. Más exactamente, es a causa de nuestra pertenencia a una minoría, a un estatus que “no desearíamos para nuestros hijos”, que debemos batirnos contra discriminaciones perpetuas, no solamente “oficiosas” sino también “oficiales”: no contentxs con estigmatizarnos por el uso que hacemos de nuestra sexualidad, el arsenal legislativo que promovéis nos priva por esta razón de nuestros derechos más fundamentales (derecho de asociación, derecho a la vivienda, derecho a una vida privada…). 
Somos putas, pues, y en tanto que tales, minoritarias. De acuerdo. Esta pertenencia a una minoría no es suficiente, sin embargo, para convertir nuestras voces en ilegítimas. Si tal fuera el caso, habría que considerar entonces bastantes combates como ilegítimos: 343 mujeres que reclamaban el derecho al aborto, ¿no eran una minoría? ¿Los LGBT representan más del 50% de la población? ¿Si las minorías raciales no representaran más que una ínfima minoría de la población, sería ello una razón para no reconocer el racismo? Somos putas que reclamamos nuestros derechos; minoritarias, igual que todos los sindicatos son minoritarios en su sector de actividad; e, igual que toda organización autogestionaria, criticamos la noción de “representatividad” y no pretendemos nunca hablar en nombre de nadie más que de nosotras mismas. 
Somos putas, lo que para vosotras significa necesariamente víctimas, de un sistema económico que nos mercantiliza a todxs, de un proxeneta mal intencionado o incluso de nuestra propia alienación. Sin embargo, somos mujeres conscientes de las derivas que existen en el seno de la industria en la que trabajamos. Para luchar contra estas derivas, para luchar por nuestro reconocimiento, contra los atentados contra nuestros derechos, nos organizamos. Sin vosotras, cierto, queridxs salvadorxs de las mujeres: estamos por la autogestión. A esta organización de putas en defensa de sus derechos y sus intereses de trabajadorxs, la acusáis directamente de no pensar más que en sí misma, de ser cómplices del patriarcado, del neoliberalismo y de la explotación intrínseca a estos sistemas. Entre “víctima suprema de la explotación” y “cómplice del sistema que ha preferido el dinero fácil”, rehusáis la diversidad de nuestras situaciones y no nos dejáis elección más que entre estas dos etiquetas, hábil manera de volver nuestra situación irresoluble, y de hacer de nuestra lucha una imposibilidad teórica. 
Nosotras somos putas, y vosotras ¿qué sois? 
Vosotras os reivindicáis de izquierdas y, por esta (honorable) razón, participáis en la lucha contra la explotación de lxs más oprimidxs, de lxs más explotadxs, frente a un sistema neoliberal fundado sobre la ley del libre mercado, del desprecio de la vida de aquellas y aquellos que lo hacen funcionar en provecho de aquellas y aquellos que obtienen todos los beneficios. Desde esta óptica, sois solidarias con las luchas sindicales: tenéis conciencia de que sólo organizándose podrán lxs explotadxs, si no llevar a cabo de forma efectiva la deseada desaparición de este sistema económico, al menos poner límites a nuestra propia explotación. 


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