Alfonso Gómez López
Córdoba
Es algo, absolutamente, necesario y que, sin embargo, ningún partido político ha tenido coraje para hincarle el diente. Como en tantas cosas, prefieren mirar para otro lado. De vez en cuando los medios se hacen eco del malestar que en determinadas zonas del extrarradio industrial de las grandes urbes provoca esa prostitución callejera alborotadora y, en algún caso, desvergonzada, a cualquier hora del día. La inseguridad, la mala imagen para los negocios y la ausencia de medidas profilácticas son los principales motivos de queja. No obstante, desde que el mundo es mundo, la prostitución ha existido y en nuestra ciudad allá, por los años 60, ya se ejercía "a cielo raso" en la explanada de Vallellano y en los Patos; recordemos "El charco de la Pava" y la "Parilla Eléctrica", tan frecuentadas en aquellos años por mozalbetes y adultos.
Pero no es este el objeto de esta comunicación. Desde aquí quiero dejar bien sentado que la prostitución es una realidad social de la que se suele opinar con prejuicios, aunque sean pocos los que la conocen de primera mano. Los medios de comunicación con sus titulares y críticas sensacionalistas la muestran como un ejemplo de la miseria humana. La sociedad, tan hipócrita, alentada por meapilas, moralistas de baratillo y golpe de pecho y feministas que en su radical antimachismo aparecen como catequizadoras evangélicas y redentoristas, ha creado a lo largo de los años una imagen que no se corresponde con la realidad.
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